El pensamiento esencialista es la creencia de que las categorías familiares -perros y gatos, espacio y tiempo, emociones y pensamientos- tienen una esencia subyacente que las hace ser lo que son. Esta creencia es una barrera clave para la comprensión y el progreso científico. En la biología predarwiniana, por ejemplo, los estudiosos creían que cada especie tenía una esencia o tipo físico subyacente, y la variación se consideraba un error. Darwin desafió esta visión esencialista, observando que una especie es una categoría conceptual que contiene una población de individuos variados, no variaciones erróneas sobre un individuo ideal. Incluso cuando las ideas de Darwin fueron aceptadas, el esencialismo se mantuvo firme, ya que los biólogos declararon que los genes son la esencia de todos los seres vivos, lo que explica plenamente la variación de Darwin. Hoy en día sabemos que la expresión de los genes está regulada por el entorno, un descubrimiento que -después de mucho debate- impulsó un cambio de paradigma en la biología.
En la física, antes de Einstein, los científicos pensaban en el espacio y el tiempo como cantidades físicas separadas. Einstein refutó esa distinción, unificando el espacio y el tiempo y demostrando que son relativos al perceptor. Aun así, el pensamiento esencialista sigue viéndose cada vez que un estudiante universitario pregunta: «Si el universo se está expandiendo, ¿en qué se está expandiendo?»
En mi campo de la psicología, el pensamiento esencialista sigue campando a sus anchas. Muchos psicólogos, por ejemplo, definen las emociones como comportamientos (por ejemplo, una rata se congela por miedo, o ataca por ira), cada uno de los cuales se desencadena automáticamente por su propio circuito, de modo que el circuito del comportamiento (congelación, ataque) es el circuito de la emoción (miedo, ira). Cuando otros científicos demostraron que, de hecho, las ratas tienen comportamientos variados en situaciones que provocan miedo -a veces se congelan, pero otras veces huyen o incluso atacan-, esta incoherencia se «resolvió» redefiniendo el miedo para que tuviera múltiples tipos, cada uno con su propia esencia. Esta técnica de crear categorías cada vez más finas, cada una con su propia esencia biológica, se considera un progreso científico, en lugar de abandonar el esencialismo como hicieron Darwin y Einstein. Afortunadamente, han surgido otros enfoques de la emoción que no requieren esencias. La construcción psicológica, por ejemplo, considera que una emoción como el miedo o la ira es una categoría con diversas instancias al igual que Darwin hizo con las especies.
El esencialismo también se puede ver en los estudios que escanean el cerebro humano, tratando de localizar el tejido cerebral que se dedica a cada emoción. Al principio, los científicos suponían que cada emoción podía localizarse en una región cerebral específica (por ejemplo, el miedo se produce en la amígdala), pero descubrieron que cada región está activa para una variedad de emociones, más de lo que cabría esperar por casualidad. Desde entonces, los científicos han estado buscando la esencia cerebral de cada emoción en redes cerebrales dedicadas, y en patrones probabilísticos a través del cerebro, siempre con la suposición de que cada emoción tiene una esencia que encontrar, en lugar de abandonar el esencialismo.
El hecho de que diferentes regiones y redes cerebrales muestren una mayor actividad durante diferentes emociones no es un problema sólo para la investigación de las emociones. También muestran una mayor activación durante otras actividades mentales, como las cogniciones y las percepciones, y se han implicado en enfermedades mentales, desde la depresión hasta la esquizofrenia y el autismo. Esta falta de especificidad ha llevado a afirmar (en noticias, blogs y libros populares) que no hemos aprendido nada de los experimentos con imágenes cerebrales. Este aparente fracaso es en realidad un éxito. Los datos están gritando que el esencialismo es erróneo: las regiones individuales del cerebro, los circuitos, las redes e incluso las neuronas no tienen un único propósito. Los datos apuntan a un nuevo modelo de cómo el cerebro construye la mente. Sin embargo, los científicos entienden los datos a través de la lente de sus suposiciones. Hasta que estos supuestos cambien, el progreso científico será limitado.
Algunos temas de la psicología han avanzado más allá de los puntos de vista esencialistas. La memoria, por ejemplo, se pensó una vez que era un proceso único, y más tarde se dividió en subtipos distintos como la memoria semántica y la memoria episódica. Ahora se considera que los recuerdos se construyen dentro de la arquitectura funcional del cerebro y no residen en un tejido cerebral específico. Es de esperar que otras áreas de la psicología y la neurociencia sigan pronto su ejemplo. Por ejemplo, la cognición y la emoción se siguen considerando procesos separados en la mente y el cerebro, pero cada vez hay más pruebas de que el cerebro no respeta esta división. Esto significa que toda teoría psicológica en la que las emociones y las cogniciones luchan entre sí, o en la que las cogniciones regulan las emociones, es errónea.
Liberar a la ciencia del esencialismo es más fácil de decir que de hacer. Considere la simplicidad de esta afirmación esencialista del pasado: «El gen X causa el cáncer». Suena plausible y requiere poco esfuerzo para entenderla. Compárelo con una explicación más reciente: «Un individuo determinado en una situación determinada, que interpreta esa situación como estresante, puede experimentar un cambio en su sistema nervioso simpático que favorece la expresión de ciertos genes, haciéndolo vulnerable al cáncer». Esta última explicación es más complicada, pero más realista. La mayoría de los fenómenos naturales no tienen una única causa raíz. Las ciencias que todavía están impregnadas de esencialismo necesitan un mejor modelo de causa y efecto, nuevos métodos experimentales y nuevos procedimientos estadísticos para contrarrestar el pensamiento esencialista.
Esta discusión es algo más que un montón de cavilaciones metafísicas. La adhesión al esencialismo tiene impactos serios y prácticos en la seguridad nacional, el sistema legal, el tratamiento de las enfermedades mentales, los efectos tóxicos del estrés en las enfermedades físicas… la lista continúa. El esencialismo conduce a un pensamiento simplista de «causa única» cuando el mundo es un lugar complejo. Las investigaciones sugieren que los niños nacen esencialistas (¡qué ironía!) y deben aprender a superarlo. Es hora de que todos los científicos lo superen también.