Ya sea en una reunión familiar, en una velada informal con amigos o en una sesión con tu peluquero, ser capaz de contar una historia entretenida parece una gran manera tanto de pasar el tiempo como de impresionar a tu audiencia. Una buena historia puede incluso significar la diferencia entre tener un empleo o no, o tener una relación o no. Sin embargo, parece que para muchos de nosotros, el arte de contar historias parece estar justo fuera de nuestro alcance.
Seguro que sabes lo que se siente cuando las habilidades de alguien para contar historias son muy deficientes. Los minutos parecen alargarse indefinidamente y, a la primera oportunidad, te arrancas. Puede parecer descortés, pero mientras te retuerces incómodo en tu silla o en tus pies, apenas estás escuchando lo que la persona está diciendo mientras planeas tu escapada.
Como narrador, puede sentirse bien contarle a otra persona tus problemas. Como señalan la investigadora de comunicaciones de la Universidad de Nebraska Lincoln, Jody Kellas y sus colegas (2015), «los individuos afrontan sus dificultades de forma interpersonal» (p. 846). A menudo contamos historias como una forma de calmar nuestros sentimientos heridos, las decepciones o la sensación de haber cometido un error. Cuanto más a menudo se repita la historia de un robo en casa, menos dolorosa será la sensación y quizá menos se culpe a sí mismo por haber dejado la puerta trasera sin cerrar.
Historias como éstas pueden afectar al bienestar de nuestros oyentes. Si eres un individuo empático, es probable que resuenes con los sentimientos negativos de aquellos que comparten sus experiencias tristes contigo.
Kellas y sus colaboradores decidieron investigar cómo se sentían los amigos después de escuchar a sus amigos contar una historia que implicaba algún tipo de dificultad. Los investigadores reclutaron una muestra de 49 parejas de amigos (estudiantes universitarios divididos aproximadamente entre los sexos) en las que una persona contaría y la otra escucharía una historia. En una condición, los amigos compartían historias con tintes negativos y en el control, relataban acontecimientos sin un tono emocional determinado. Las historias se contaron en tres días diferentes. Tres semanas después, los oyentes y los narradores completaron cuestionarios que evaluaban su estado de ánimo y su salud mental.
Hubo, como esperaba Kellas, algunos efectos beneficiosos de la narración de historias en los narradores en términos de un menor afecto negativo en el transcurso de las tres interacciones, independientemente de la condición. La revelación de cualquier tipo, ya sea negativa o neutra, parece tener un impacto positivo en el estado de ánimo general del narrador.
Para los oyentes, sin embargo, en el momento del seguimiento, su afecto negativo mostró un repunte repentino. Como concluyeron los autores, «esta brusca acumulación de afecto negativo sugiere que, en pequeñas dosis, los oyentes son capaces de gestionar las consecuencias negativas de escuchar a otros hablar de sus experiencias difíciles, pero reflexionar sobre estas experiencias puede tener consecuencias perjudiciales para la salud con el tiempo» (p. 856).
Un resultado sorprendente del estudio fue que, además, los narradores de historias difíciles empezaron a sentir cada vez más que sus compañeros de escucha eran cada vez menos hábiles como comunicadores. En otras palabras, cuanto más se escucha a una persona relatar historias tristes, más probable es que envíe señales de su propio desinterés y malestar. Es como si los narradores negativos se convirtieran en estímulos que refuerzan negativamente y que la gente prefiere evitar en lo posible.
Con estos antecedentes en mente, estas ocho pautas deberían ayudar a que tus historias sean bien recibidas por los demás:
1. Establece el contexto: Usted sabe lo que ha sucedido en una situación determinada y hacia dónde se dirige su historia, pero su oyente no lo sabe. Las primeras palabras deben introducir los detalles que un buen reportero incluiría, es decir, quién, qué, por qué, dónde y cómo.
2. Evite las tangentes sin importancia: Es fácil perderse en tus propios detalles, especialmente si tienes una mente que tiende a divagar y no eres tan bueno editando tus pensamientos. Por muy fascinantes que te parezcan, estas tangentes sólo distraerán y quizás frustrarán a tu audiencia.
3. Sé consciente de tu audiencia: Las historias que tienen un tema o contenido posiblemente ofensivo, como aquellas en las que difundes tus propios recursos frente a otros que no los tienen, deben ser editadas o no contadas. No tiene sentido hacer que tu oyente se sienta mal porque no tiene los medios económicos para comprar en la tienda cara que sirvió de escenario a tu historia de cómo pagaste demasiado por una bufanda.
4. Adorna un poco, pero no demasiado: Cuanto más a menudo contamos una historia, más pequeños detalles tendemos a añadir, y a medida que lo hacemos, esas historias se alejan cada vez más de la verdad de lo que realmente ocurrió. Al final, puedes acabar describiendo algo que nunca ocurrió en absoluto, como ha sucedido famosamente con los famosos que son pillados en una mentira.
5. Ensaya lo que quieres decir antes de empezar: No es necesario que leas un guion cada vez que cuentes tu historia, pero es conveniente que lo repases en tu mente. Es especialmente importante anticipar el final, ya que esto te permitirá seguir un camino más directo a través del arco de la historia, desde el principio hasta la mitad, hasta la escena final y culminante.
6. Sé considerado con las personas de tu historia: Si estás hablando de otra persona, debes asegurarte de que no estás revelando secretos sobre ella. «Sacar a la luz» a una amiga que no ha revelado oficialmente su orientación sexual no sólo sería desconsiderado, sino que podría crear momentos incómodos para tu amiga.
7. Sé breve: Ese discurso de ascensor de 30 segundos que a todos nos dicen que preparemos cuando conocemos a un desconocido es una buena regla general para utilizar en la narración. Puedes alargarlo hasta uno o dos minutos, pero todo lo que sea más largo es poner demasiada atención en ti que sería mejor compartir con tus oyentes.
8. Presta atención al impacto que estás teniendo en los demás: Como descubrieron los investigadores de Nebraska, los oyentes pueden preocuparse y perturbarse al escuchar una historia que relata una experiencia difícil, especialmente cuando esas historias con tintes negativos se repiten con el tiempo. Si tienes una historia realmente triste que contar, asegúrate de haber preparado adecuadamente a tu oyente y también de no continuar durante tanto tiempo y con tanto detalle que estés estresando a ese oyente.
Contar historias es una parte natural y agradable de la interacción social. Cuando cuente esas historias teniendo en cuenta estos consejos, usted y sus oyentes podrán sentirse satisfechos a través de interacciones de apoyo mutuo.