VeepCast – Julia Louis-Dreyfus, Anna Chlumsky, Tony Hale, Reid Scott, Matt Walsh, Kevin Dunn, Gary ColeCalificación – 4/5
Mientras la mayor parte del mundo se distraía con las aventuras de Daenerys Targaryen y Jon Snow, otro tipo de Juego de Tronos se desarrollaba en otra serie de HBO, también en su temporada final abreviada. El lunes, Veep concluye su excelente carrera de siete temporadas, que se ha desarrollado en paralelo a GoT. Y sin la ayuda de dragones que escupen fuego y reinas locas -y a pesar de ser en gran medida asexuada- sus logros superan con creces cualquier cosa que hayamos visto en la más popular GoT.
En sus dos últimas temporadas, Veep ha tenido que enfrentarse al mismo dilema moral que House of Cards. ¿Puede alguna serie política conservar un elemento de conmoción y sorpresa en el entorno actual, cuando los Estados Unidos de Donald Trump siguen desdibujando las líneas entre la sátira y la vida real?
House of Cards reaccionó a este desaguisado con un encogimiento de hombros de incredulidad, y decidió comprometerse por completo a transformarse en un culebrón ñoño. Veep, por su parte, ha conservado su dignidad.
La última temporada es quizá más subversiva de lo que nunca ha sido la serie. En todo caso, la presidencia de Trump ha hecho a Veep más cínica, y más intrépida. Las políticas que sugería en broma en temporadas anteriores han sido adoptadas por políticos de la vida real, puntos de la trama juguetones se han hecho realidad. Por ejemplo, los correos electrónicos de Selina Meyer se filtraron años antes que los de Hilary Clinton, y su eslogan de campaña -Continuidad con cambio, ideado con el objetivo expreso de sonar «sin sentido»- fue desgraciadamente arrancado por el ex primer ministro australiano, Malcolm Turnbull.
Este nuevo nihilismo ha permitido al showrunner David Mandel y a su equipo abrazar completamente el vacío en el corazón de la serie. Después de aterrizar por error en Cedar Plains en lugar de Cedar Rapids, Selina ladra a sus asesores de campaña: «Si Mohamed Atta os hubiera reservado el viaje, hoy seguiría vivo». Al seducirla con una posible estafa, su jefe de gabinete bromea: «Te ahogarás con un dinero tan oscuro que te dispararán al entrar en tu propio apartamento». Un chiste recurrente es que los discursos de campaña de Selina se ven interrumpidos por tiroteos masivos. «¿Era musulmán o blanco?», pregunta ella. «Blanco», dice su equipo. «¿Cuál es mejor para nosotros?»
Todo esto es un material bastante atrevido, y un excelente ejemplo de cómo, a pesar de sus muchos problemas, la libertad de expresión sigue siendo una piedra angular de la sociedad estadounidense. Es difícil imaginar que se hagan chistes similares en un contexto indio.
Y mientras Selina Meyer se prepara para su campaña presidencial -esta vez de verdad-, sus peores tendencias como intrigante mezquina y oportunista salen de su hibernación. Este es el papel de su vida para Julia Louis-Dreyfus, quien, a pesar de lo horrible que es Selina, encuentra la manera de humanizarla y proyectarla como un producto de su entorno. Ha ganado el Emmy en horario de máxima audiencia seis años seguidos por interpretar a Selina y, salvo sorpresa, es probable que gane el séptimo, uno por cada temporada. Me pregunto si esto no tiene precedentes.
Y mientras Juego de Tronos se tambalea, tirando una década de buena voluntad por el retrete, Veep termina con una nota rotundamente positiva. En su última temporada, la serie deja de lado la sátira y se adentra en el absurdo. El congresista Jonah Ryan, que antes era el blanco de los insultos más pintorescos, se ha transformado en una versión exagerada de un candidato tipo Trump. No hay situación que no pueda empeorar con sólo abrir la boca. En el transcurso de los últimos siete episodios, se casa con su hermanastra y más tarde se entera de que es su media hermana; contrae la viruela después de lanzarse a una campaña antivacunas, e inspira a decenas de mujeres a iniciar una campaña #NotMe, en la que aportan pruebas de no haber salido nunca con él en el pasado.
Incluso la otrora miserable Black Mirror ha encontrado en su corazón proyectar algo de decencia en el universo, pero Veep ha tomado nuestra lamentable situación como excusa para señalar con el dedo y tomar nombres. «Toute nation a le gouvernement qu’elle mérite», dijo una vez un sabio francés. «Cada nación tiene el gobierno que se merece». Todo es culpa tuya, parece sugerir Veep, con un desdén que seguirá sirviendo de advertencia para las generaciones futuras, por si acaso sienten la necesidad de volver a sacudir las cosas.