¿Cuáles son los sentidos básicos? La vista, el sonido, el gusto, el tacto y el olfato. Usamos todos estos sentidos para explorar y captar el mundo que nos rodea. Pero, ¿qué pasa con la sensación y la percepción de uno mismo? Aunque muchos no consideren interesante la percepción del cuerpo, lo cierto es que es necesaria e importante. Si no, ¿cómo podríamos saber dónde están los brazos? ¿Y cómo atar un delantal a nuestra espalda? ¿Y cuándo estamos caminando? ¿Y cuándo nos estamos cayendo?
La percepción del cuerpo sobre el movimiento y la orientación de uno mismo es procesada constantemente, aunque de forma subconsciente, por nuestro cerebro. Las principales sensaciones son la propiocepción y la sensación vestibular. La propriocepción la proporcionan los receptores de «estiramiento» situados en el músculo, que proporcionan al cerebro una señal de retroalimentación de dónde están las partes de nuestro cuerpo. Esto nos permite realizar movimientos complejos sin necesidad de una señal visual (como hacer un nudo a la espalda).
La sensación vestibular, por otro lado, proporciona entradas que indican el movimiento y la orientación de la cabeza con respecto a la gravedad. Los laberintos vestibulares, que contienen las estructuras sensoriales reales, están situados en cada uno de los dos oídos internos. Cada laberinto consta de tres canales semicirculares (CSC), que detectan la velocidad de rotación tridimensional (3D), y dos órganos finales otolíticos, que detectan la aceleración lineal 3D. Cada órgano terminal vestibular, ya sea un CCE o un órgano terminal otolítico, contiene «células ciliadas» mecanorreceptoras (llamadas así por sus protuberancias similares a pelos), que detectan los distintos tipos de movimientos. Las CCE son estructuras en forma de hula-hoop llenas de líquido con una membrana que atraviesa el canal, en la que están incrustadas las células ciliadas. Cada vez que la cabeza se mueve, el fluido empuja esa membrana y las células ciliadas se desvían, dando lugar a una señal que representa la velocidad de rotación en el plano de ese CCE. Tres de estos canales, orientados ortogonalmente, proporcionan la sensación de movimiento rotacional en 3D. Los órganos finales del otolito, llamados utrículo y sáculo, perciben la aceleración lineal. Cada órgano terminal del otolito contiene pequeños cristales de calcio que se asientan sobre un lecho de células ciliadas. Cada vez que la cabeza se mueve, los cristales ejercen una fuerza diferente sobre las células ciliadas, que se detecta como una aceleración lineal en esa célula ciliada concreta. Las células ciliadas situadas en los órganos terminales del otolito no están orientadas en la misma dirección y, por tanto, no informan de las fuerzas en la misma dirección. El cerebro es capaz de reconstruir la fuerza debida a la aceleración gravitacional y la aceleración lineal a partir de toda la información proporcionada por las células ciliadas de los órganos terminales del otolito. Realmente, el laberinto vestibular es una prueba de la capacidad de la naturaleza para diseñar un medio para detectar el movimiento y sentir la orientación.