Instituciones totales

El análisis de las características de las instituciones totales es el tema de un largo ensayo de Erving Goffman, un sociólogo de origen canadiense más conocido por sus complejas y sutiles contribuciones al análisis de la interacción social. Definió el término como «un lugar de residencia y trabajo en el que un gran número de individuos en situación similar, aislados de la sociedad en general durante un período de tiempo apreciable, llevan juntos una ronda de vida cerrada y formalmente administrada» (Goffman 1961: xiii). En 1957 se publicaron por primera vez versiones más breves de su argumento. Sin embargo, fue a través de la aparición del documento más largo como ensayo principal en su segundo libro, Asylums (1961: 1-124), que el concepto se hizo más conocido.

El propio término había sido acuñado por su profesor en la escuela de posgrado, el sociólogo de Chicago Everett Hughes. Hughes había citado los conventos como ejemplo, pero el desarrollo de la idea por parte de Goffman se basó en su estudio de tres años sobre los reclusos psiquiátricos, que incluía un período de un año de observación participante en un gran hospital psiquiátrico de Washington, DC. Sin embargo, Goffman se esforzó en subrayar que entendía que el concepto tenía una relevancia y una aplicabilidad mucho más amplias. Así, en su análisis, los ejemplos de instituciones totales incluyen no sólo los hospitales mentales, sino también las prisiones, los internados, los monasterios y conventos, los barcos, los cuarteles del ejército y los campos de trabajo aislados. Además, argumenta que todas estas empresas se distinguen por la medida en que comparten un conjunto distintivo de características estructurales y procesos sociales internos. Ya que, como señala, la mayoría de los miembros de las sociedades modernas tienden a dormir, jugar y trabajar en diferentes lugares, con diferentes copartícipes, bajo diferentes autoridades y sin estar sujetos a un diseño global. Sin embargo, lo que distingue a las instituciones totales es que se rompen las barreras entre estos aspectos de la vida. No sólo todos los aspectos de la vida se llevan a cabo en el mismo lugar y están sujetos a la misma autoridad única, sino que esas actividades también están sujetas a la «agrupación», es decir, se llevan a cabo junto a otras personas que reciben el mismo trato y se espera que hagan las mismas cosas juntas. Además, las actividades de cada día se programan imperativa y estrictamente de acuerdo con un sistema de normas y las exigencias de un cuerpo de funcionarios. Este amplio sistema para la coordinación de las actividades diarias está supuestamente de acuerdo con un único plan racional a través del cual se puede cumplir el objetivo oficial de la institución (Goffman 1961: 5-6).

Algunos comentaristas han sugerido que el uso de Goffman de la palabra institución es algo engañoso, en el sentido de que el término «instituciones sociales» tiene un grupo particular de significados dentro de la literatura sociológica. Expresa un reconocimiento de la continuidad y la resistencia de la vida social, ya que se forma y se reforma en y a través de fenómenos como la ley y la familia. Por lo tanto, se ha propuesto la «organización total» como una categoría mucho más precisa y apropiada. En contra de esto, la elección de la terminología de Goffman refleja su concepción de una institución total como un «híbrido social, en parte comunidad residencial, en parte organización formal». Lo que insinúa su empleo del término «institución» es que los procesos sociales asociados se entienden como algo más que el funcionamiento impersonal de los procedimientos burocráticos o las fuerzas del mercado. Porque implican la asignación de identidades, así como la distribución de deberes y la provisión de recompensas. De ahí que también se transmita un sentido difuso del «arraigo» cultural de las prácticas organizativas. Este es un tema que se repite en el enfoque, por lo demás diferente, del análisis organizativo de estudiosos como Philip Selznick y posteriormente Mark Granovetter, influyentes practicantes de lo que Charles Perrow (1972) ha identificado como la «escuela institucional» de la sociología organizativa.

Implicaciones para los internos y el personal

Lo que Goffman explora a continuación son los efectos de las características de las instituciones totales sobre la constitución del yo, más específicamente el yo de los pacientes mentales. Desde el momento en que ingresan en las instituciones totales, las concepciones previas de los internos sobre su yo están sujetas a un proceso de mortificación. Esto ocurre directamente a través de los procedimientos de admisión degradantes de la institución, e indirectamente a través de la reducción del repertorio de roles y oportunidades de interacción que están disponibles para las personas en el mundo exterior. En el compromiso de la institución con el yo disminuido resultante, su personal se esfuerza por establecer una noción alternativa y global de la identidad del recluso, que esté en consonancia con las expectativas institucionales y que se base en su control de lo que hasta ahora se daba por sentado. El objetivo es ir más allá de provocar una conformidad conductual externa; la intención es inducir la aceptación activa del recluso y la interiorización de la concepción de la institución de lo que es ser una persona «adecuada».

Goffman sugiere además que existen claras afinidades entre las reacciones y respuestas de los pacientes mentales y las que son típicas de los reclusos en otros tipos de instituciones totales. Enfrentados a una gama restringida de oportunidades de interacción, los reclusos tratan de preservar y proteger el sentido del yo a través de diversas estrategias de adaptación y ajuste. Estas últimas incluyen la fantasía y la intransigencia que, en su contexto, tienen sentido y son razonables. Sin embargo, en lo que Robert Merton y otros podrían identificar como una profecía autocumplida, tales estrategias se interpretan típicamente como la garantía de los mismos procedimientos de control que han servido para provocar este tipo de respuestas. Para los reclusos en general, el procedimiento modal para garantizar la preservación del yo puede ser, por tanto, el de «jugar limpio», es decir, ser convenientemente complaciente en presencia del personal, pero apoyando a los contrarios con sus compañeros. Lo que estos patrones de interacción sugieren con respecto a los pacientes mentales es, por tanto, que son los procesos organizativos y no la enfermedad los responsables de la formación de un concepto particular de la identidad del paciente. Como Goffman señala sardónicamente en un momento dado, «el problema del personal aquí es encontrar un delito que se ajuste al castigo» (1961: 85).

Como implica esta observación, el personal de las instituciones totales se enfrenta a sus propios dilemas. Estos son consecuencia de (1) las dificultades que se derivan de una concepción de las personas como material a procesar, y (2) la contradicción entre lo que la institución hace (funciona como un «depósito de reclusos») y lo que se espera que el personal diga que hace («reforma a los reclusos de acuerdo con algún estándar ideal»). Una literatura posterior de sociología de las organizaciones identificaría este último contraste como de más amplia aplicabilidad. Así, para Meyer y Rowan (1977: 340), las estructuras formales de muchas organizaciones se entienden como ceremoniales y «reflejan los mitos de sus entornos institucionales en lugar de las exigencias de sus actividades laborales». Como resultado, estas organizaciones crean brechas entre la cara pública aceptable que se consagra en sus estructuras formales -de las que dependen para obtener fondos y legitimación- y las prácticas a través de las cuales se realiza su trabajo real. La disociación de estas actividades y la gestión de las consiguientes brechas es, por tanto, una responsabilidad y un dilema para el personal de dichas organizaciones.

Goffman puede haber sido sardónico con la psiquiatría, pero no era hostil a sus practicantes. Así lo indica su reconocimiento de la apertura intelectual y el apoyo de los miembros del personal psiquiátrico, y la receptividad que concedieron a su estudio. Más bien, lo distintivo del argumento de Goffman era que, en ausencia de indicadores físicos de enfermedad, veía a los psiquiatras como expertos en generar observaciones sociológicas. Lo que producían eran datos sobre el seguimiento y la ruptura de las normas, más que diagnósticos con una base material. Pero como resultado de su explícito protagonismo del mundo social del paciente mental, el estudio de Goffman fue interpretado como congruente con el emergente movimiento antipsiquiátrico asociado con el trabajo de Thomas Szasz, R. D. Laing y otros. Así, su trabajo pasó a considerarse parte de una crítica más general a la institucionalización de los enfermos mentales que se desarrolló durante la década de 1960. El cambio asociado en las estrategias de tratamiento, con su énfasis en el retorno de los reclusos a la comunidad más amplia, vinculó las preocupaciones conservadoras sobre los costes con los argumentos radicales sobre la libertad personal.

Contexto cultural y respuesta crítica

Sin embargo, el impacto del estudio no se limitó en absoluto a este entorno ni a los análisis del hospital mental. Tras la presentación inicial de sus ideas a un público de profesionales de la psiquiatría, la versión más larga del ensayo de Goffman apareció por primera vez como contribución al influyente volumen de artículos sobre la prisión de Donald Cressey (1961). Más allá de esto, el concepto se percibió como de relevancia más general para la sociología de las organizaciones. Así lo demuestra su incorporación en la mayoría de las colecciones de lecturas más conocidas y su citación en los libros de texto estándar de la subdisciplina. Por ejemplo, en 1965 se hizo referencia a él en varios de los capítulos de autoría independiente del Handbook of Organizations editado por James March. Este importante volumen se considera generalmente una declaración resumida y autorizada del estado de la cuestión en ese momento. Lo que se consideraba que representaban las instituciones totales era una categorización de establecimientos que ofrecía un avance analítico sobre las clasificaciones de «sentido común». Además, esto se combinó con un énfasis en las (inter)acciones y los significados en lugar de lo que era -en aquel momento- el enfoque más convencional en las estructuras organizativas. Este énfasis facilitó lo que ha llegado a reconocerse como una oscilación característica en los escritos de Goffman: la que existe entre la elaboración manifiesta y la interpretación matizada de las diferencias sutiles y la afirmación tácita de un patrón subyacente. Porque lo que el estudio de Goffman pretendía señalar es que no eran sólo las instituciones totales, sino las organizaciones en general, las que debían considerarse como lugares de generación de supuestos sobre la identidad.

El contexto social y cultural específico en el que se desarrolló el concepto de institución total fue el de Estados Unidos durante la década de 1950. En retrospectiva, se puede ver que lleva la huella de las preocupaciones de la Guerra Fría de aquella época. Así, es posible discernir tanto (1) la preocupación política de la época por el totalitarismo como tema, como (2) las ansiedades concurrentes sobre el conformismo en casa, tal y como fueron expresadas por comentaristas y críticos culturales estadounidenses como William Whyte, David Reisman y C. Wright Mills. El totalitarismo era una noción que unía a la Alemania nazi y a la Rusia soviética (y, prospectivamente, a la China comunista) y que contrastaba claramente con el pluralismo que se entendía como un atributo -si no el único- de la sociedad y la política estadounidenses. Sin embargo, lo que el concepto de institución total señalaba explícitamente era la presencia, dentro de las sociedades plurales, de una categoría distintiva de establecimientos sociales en los que las condiciones previas para el ismo plural no se cumplían a propósito. El relato de Goffman sirvió así tanto para (1) identificar afinidades entre los procesos sociales internos de tales establecimientos locales y los de los regímenes totalitarios como para (2) reflejar las preocupaciones críticas contemporáneas sobre el conformismo.

La elaboración y calificación del concepto por parte de Goffman es a menudo ingeniosa. También supone algo más que un compromiso convencional entre la claridad conceptual y la adecuación empírica; entre una idea elegante y su expresión social más desordenada. Se presenta como si fuera empírico pero es en parte especulativo; se presenta como comparativo pero con un énfasis en el hospital mental. Goffman es prolífico en el uso de notas a pie de página y ecléctico con respecto a sus fuentes, recurriendo no sólo a revistas académicas y monografías, sino también a memorias personales, anécdotas, novelas y revistas populares, así como a sus propias y sagaces observaciones. Por ello, los ejemplos que invoca se entienden mejor como concebidos para ilustrar un concepto o dilucidar un proceso que para demostrar un argumento. Este modo de presentación tan característico ha suscitado el interés de muchos comentaristas y ha enfurecido a algunos de ellos. Su importancia es tanto textual/estética como metodológica. Por ejemplo, Patricia Clough (1990: 189) ofrece lo que actualmente es la mejor explicación del estilo literario distintivo de Goffman, situando su ambivalente atractivo en la forma en que «seduce al lector menos en el movimiento hacia adelante de un texto y más en la sumisión a un protocolo de comportamiento detallado».

Cuestiones metodológicas y desarrollos conceptuales

El concepto también ha provocado un debate relacionado con la metodología. En primer lugar, el estudio se benefició de que Goffman aceptara un puesto de un año como entrenador deportivo asistente en un gran hospital psiquiátrico. Esta ubicación le situaba fuera de la línea principal de autoridad y le permitía una considerable libertad de movimiento. Pero el relato posterior no se lee como una etnografía convencional, en el sentido de que el lector no recibe material de referencia sobre el lugar de la investigación ni siquiera citas de los informantes. Se trata, en cambio, de lo que Philip Manning (1992: 9) denomina etnografía de un concepto, más que etnografía de un lugar. En segundo lugar, Goffman reconoce que las características de las instituciones totales no son peculiares de las instituciones totales ni son compartidas por todas ellas. Más bien, están presentes en un grado intenso, y en versiones posteriores publicadas de su análisis invoca (de forma algo engañosa) la noción de tipos ideales como arma metodológica para su énfasis en las similitudes entre las instituciones totales. Los estudios posteriores, por el contrario, han tratado de identificar y explicar las diferencias entre ellas de acuerdo con una intención más evidentemente comparativa.

Así, Lewis Coser (1974), al señalar que existen solapamientos entre las instituciones «totales» y su propia noción de instituciones «codiciosas», insiste, no obstante, en el carácter distintivo de estas últimas. Entre los ejemplos de instituciones codiciosas se encuentran la servidumbre doméstica tradicional, los bolcheviques y el sacerdocio católico, y la lealtad y el compromiso totales que buscan de sus miembros. Aunque en algunos casos pueden hacer uso del aislamiento físico característico de las instituciones totales, en realidad se definen por la construcción de barreras simbólicas entre los de dentro y los de fuera, y se preocupan por ello. También tienden a basarse en el cumplimiento voluntario más que en la coerción forzosa, que es una de las distinciones más destacadas dentro de las instituciones totales que se ven desdibujadas por el análisis de Goffman. Y en una iniciativa concebida de forma independiente pero algo similar, Amitai Etzioni (1975: 264-76) propuso las nociones de alcance y omnipresencia, entendidas como variables discretas más que como principios de organización. Las organizaciones cuyos participantes comparten muchas actividades se identifican como de amplio alcance, mientras que las organizaciones estrechas son las que comparten pocas. La omnipresencia se refiere a los límites normativos de una colectividad, mientras que el alcance se refiere a sus límites de acción. El hecho de que no coincidan necesariamente lleva a Etzioni a sugerir una distinción sistemática entre dos tipos de «organizaciones totales»; ambas son, por definición, de gran alcance, pero una (por ejemplo, la prisión) es baja y la otra (por ejemplo, el convento) alta en omnipresencia. Se sugiere que esta distinción está vinculada, a su vez, a otro tipo de diferencias.

No obstante, casi 50 años después de su introducción, lo que ha llegado a parecer más contemporáneo sobre el concepto de institución total es lo que tiene que decir sobre la relación general entre cualquier organización y el proceso de formación de la identidad. «Contemporáneo» por la influencia de los escritos de Michel Foucault en las versiones actuales de la sociología de la organización y los procesos de formación del sujeto. Si el ensayo de Goffman se filtra y se lee a través de este marco, entonces -a pesar de las diferencias en sus respectivos lenguajes- lo que surge son algunos paralelismos sorprendentes. Existen claras afinidades entre las instituciones totales y la noción de organizaciones carcelarias de Foucault, y entre sus respectivas concepciones -la etnográfica de Goffman, la histórica de Foucault- de lo que Foucault entendía por prácticas disciplinarias y poder normalizador. Así, cuando Goffman observa que «En las disposiciones sociales de una organización, por tanto, hay una concepción completamente abarcadora del miembro, y no sólo una concepción de él como miembro, sino también una concepción de él como ser humano» (1961: 180), lo que indica es que ve las instituciones totales como los casos límite de una tendencia general.

  1. Burns, T. (1992) Erving Goffman. Routledge, Londres.
  2. Clough, P. (1990) Reading Goffman: Toward the Deconstruction of Sociology. En: Riggins, S. (Ed.), Beyond Goffman: Studies on Communication, Institution, and Social Interaction. Mouton de Gruyter, Berlín y Nueva York, pp. 187-202.
  3. Coser, L. (1974) Greedy Institutions. Free Press, Nueva York.
  4. Cressey, D. (Ed.) (1961) The Prison. Holt, Rinehart, & Winston, Nueva York.
  5. Etzioni, A. (1975) A Comparative Analysis of Complex Organizations, and enlarged edn. Free Press, Nueva York.
  6. Goffman, E. (1961) Asylums: Essays on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates. Doubleday Anchor, Nueva York.
  7. Manning, P. (1992) Erving Goffman and Modern Sociology. Polity Press, Cambridge.
  8. March, J. (Ed.) (1965) Handbook of Organizations. Rand McNally, Chicago.
  9. Meyer, J. W. & Rowan, B. (1977) Institutionalized Organizations: Formal Structure as Myth and Ceremony. American Journal of Sociology 83: 340-63.
  10. Perrow, C. (1972) Complex Organizations: A Critical Essay. Scott, Foresman, Glenview, IL.
  11. Perry, N. (1974) The Two Cultures and the Total Institution. British Journal of Sociology 25: 345-55.

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