Rev Med Chile 2010; 138: 124-127
ARTÍCULO ESPECIAL
Jean-Paul Marat. Médico, científico y revolucionario
Jean-Paul Marat. Médico, científico y revolucionario
JAIME CERDA L.
Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile.
Dirección para correspondencia
Médico, científico y revolucionario son los aspectos biográficos que mejor han resumido la vida de Jean-Paul Marat (1743-1793). Debido al papel que desempeñó durante la Revolución Francesa, su labor como médico y científico, anterior a los acontecimientos de l789, quedó en el olvido. Marat realizó importantes aportaciones en el campo de la óptica y la electricidad, reflejadas en numerosas publicaciones, además de traducir la obra Opticks de Newton (1787). Conocido por sus ideas radicales y agresivas, su vocación política le llevó a abrazar la causa revolucionaria tras los sucesos de la Bastilla. Su figura no dejó indiferente a sus contemporáneos; aunque era considerado un héroe por los ciudadanos más pobres, aristócratas y burgueses lo consideraban un cruel extremista. Durante los últimos años de su vida, padeció una enfermedad cutánea cuyo diagnóstico sigue siendo objeto de controversia. Se han propuesto diagnósticos como eczema, dermatitis seborreica, sarna y dermatitis herpética, entre otros. Marat fue asesinado por Charlotte Corday en 1793, convirtiéndose en un mártir para algunos segmentos de la sociedad que veneraban su memoria. Fue un hombre con una personalidad compleja y curiosa cuya figura y legado siguen siendo objeto de discusión.
Palabras clave: Biografía; Revolución Francesa; Óptica y fotónica.
Pocos personajes históricos generan opiniones tan contrapuestas como Jean-Paul Marat (1743-1793) (Figura 1).Páralos desposeídos, Marat fue un héroe y mártir de la Revolución Francesa; por el contrario, aristócratas y burgueses lo consideraban un extremista sanguinario. Su participación durante y con posterioridad a los acontecimientos de 1789 ha sido descrita en detalle por numerosos historiadores, al igual que su trágica muerte, inmortalizada en 1793 por el pintor Jacques-Louis David (Figura 2). Sin embargo, poco se ha escrito en torno a otros aspectos de su vida, en especial sobre su quehacer como médico y científico, desarrollado con tenacidad antes del inicio de la Revolución. El presente artículo trae al presente aspectos biográficos de este singular personaje, analizando las diversas facetas que desarrolló durante su vida, además de hacer referencia a aspectos clínicos acerca de la invalidante enfermedad cutánea que le acompañó hasta el momento de su muerte, motivo de controversia diagnóstica hasta el día de hoy.
Marat, el médico
Hijo mayor de padre de origen sardo convertido al calvinismo (Giovanni Mará) y de madre ginebrina (Louise Cabrol), Jean-Paul Marat nació el 24 de mayo de 1743 en la localidad de Boudry, cantón de Neuchátel, Suiza. Tras la muerte de su madre, a sus cortos dieciséis años abandonó el hogar familiar, iniciando un peregrinaje que lo llevaría a Burdeos y París, lugares donde estudió medicina. En 1767 llegó a Inglaterra, país en el cual residió durante una década, completó sus estudios médicos y practicó la profesión, recibiendo en 1775 el grado honorífico de doctor en medicina por la Universidad de San Andrés (Edimburgo) tras escribir un ensayo sobre la gonorrea. Luego de publicar en Londres un estudio titulado «Investigación sobre la naturaleza, causa y cura de una enfermedad ocular singular», en 1777 regresó a Francia, específicamente a París. En esta ciudad, su excelente reputación como médico -unido al apoyo de la marquesa de l’Aubespine, a quien trató exitosamente una afección pulmonar y de quien posteriomente se transformó en amante- le permitió acceder al cargo de médico del cuerpo de guardia del conde d’Artois, hermano menor de Luis XVI y futuro Carlos X, rey de Francia durante la Restauración, a pesar de su declarada postura antimonárquica1-3.
La remuneración de 2.000 libras anuales, unida a los ingresos recibidos a través de su práctica privada brindó a Marat una holgada situación económica, permitiéndole montar un laboratorio. Prontamente publicó estudios sobre óptica y electricidad, sus disciplinas científicas favoritas, entre los cuales destacan «Investigaciones físicas sobre la electricidad» (1782), «Investigaciones sobre electricidad médica» y «Nociones elementales de óptica» (1784). Sus experimentos en estas áreas atrajeron admiradores y pupilos e interesaron a personalidades de renombre tales como Benjamín Franklin, quien solía visitarle. Muy a su pesar, sus investigaciones no fueron bien recibidas por la Académie des Sciences, la cual rechazó su tan añorada membresía, principalmente debido a su osadía de disentir con Isaac Newton (1646-1727) en torno a ciertas concepciones científicas. La obtención del premio de la Academia de Rouen por su tesis sobre la electricidad médica (1783) tampoco fue un argumento suficiente para ingresar a la Académie, hecho calificado por el mismo Goethe -cuyo inconmensurable legado intelectual incluye estudios sobre óptica- como un claro ejemplo de despotismo científico. El rechazo de sus pares gatillo en Marat una idea obsesiva de persecución en su contra. Tras la renuncia en 1786 a su trabajo en la corte, Marat tradujo la Opticks de Newton (1787) y redactó sus «Memorias académicas, o nuevos descubrimientos acerca de la luz» (1788). Para aquel entonces, la Revolución Francesa había completado su proceso de gestación, causa a la cual Marat se abocaría por completo y que le permitiría, entre otras cosas, vengarse de quienes consideraba sus perseguidores. Transcurrido menos de un lustro, durante el Reinado del Terror (1793) se suprimiría la Académie des Sciences. Marat, para aquel entonces convertido en un caudillo de la Revolución, concretó su venganza «académica» acusando a Antoine Lavoisier -miembro aristócrata de la Académie y genio brillante, considerado el padre de la química moderna- de haber participado en complots absurdos contra el pueblo de Francia.
Un tribunal revolucionario condenó a éste último a muerte, siendo guillotinado en 17944.
Marat, el revolucionario
Para 1789, Marat se había abocado por completo a la política, principalmente a través de la escritura de una serie de obras tales como «Ofrenda a la Patria», «La Constitución» y «Cuadro de los vicios de la Constitución Inglesa». Su acercamiento a la política se había iniciado casi dos décadas antes, pues en 1772 había publicado su «Ensayo filosófico sobre el hombre» y en 1774 su libro «Las cadenas de la esclavitud», en el cual criticaba la corrupción del sistema político inglés y la miseria de las ciudades. En esta obra, Marat reivindica el derecho del pueblo a su libertad, la cual consideraba que conseguiría solamente por medio de una insurrección violenta1-3.
En septiembre de 1789, ocurridos los hechos de la Bastilla, Marat financió e inició la redacción de su propio periódico de opinión, llamado L’Ami du Peuple («El Amigo del Pueblo»). Con un tiraje de 2.000 ejemplares, L’Ami du Peuple tuvo una gran influencia en la Revolución. Redactado en un tono agresivo, sus páginas fueron una tribuna perfecta para Marat, a través de las cuales atacó descarnadamente a todos quienes consideraba «enemigos de la Revolución», sean partidarios del antiguo régimen o bien revolucionarios moderados, llamando a la violencia, hecho que motivó varias suspensiones del periódico. Su actuar no dejó indiferente a nadie, ganándose por un lado la admiración y adoración de los sectores más marginales y por otro peligrosas enemistades. Temerosos de su fanatismo extremo (Marat afirmaba: «yo soy la rabia, la rabia justa del pueblo, por eso me escuchan y creen en mí»), sus enemigos le persiguieron, forzándole a huir a Inglaterra por tres meses. En 1790, de vuelta en París, retomó la publicación del periódico, mas por temor a represalias debió esconderse en las insalubres catacumbas parisinas, una red de túneles y cuartos subterráneos convertidos en cementerio común a fines del siglo XVIII. Tras ser declarada la República Francesa (1792), Marat dejó de publicar L’Ami du Peuple, dando paso al Journal de la Répu-blique Francaise («Diario de la República Francesa») nombrado en honor a la naciente república, tribuna en la cual mantuvo su estilo crítico y violento. Muerto elrey LuisXVI (1793), Marat luchó tenazmente contra la facción de los girondinos, grupo al cual consideraba enemigos encubiertos de la Revolución. Ese mismo año ocurriría su trágica muerte1-3.
La enfermedad de Marat
El comienzo de su singular enfermedad se remontaría entre tres y cinco años antes de su muerte, no existiendo consenso entre los historiadores sobre su etiología. Telinek (1979) describió la enfermedad de Marat como «una afección cutánea crónica y adquirida, afectándole en una edad media (45-50 años), la cual comenzó en la zona perineal, se expandió a la mayoría de su cuerpo, era intensamente pruriginosa, persistió durante largo tiempo y no demostró ser letal»5. La enfermedad comenzó a agravarse, tornándose intensamente pruriginosa, comprometiendo su calidad de vida y forzándole a permanecer por largas horas sumergido en una bañera, cuyas aguas medicinales le proporcionaban algún alivio. La bañera tenía forma de zapato y le permitía trabajar y dialogar con diversas personas mientras se encontraba en su interior.
A lo largo de la historia las hipótesis diagnósticas planteadas han sido variadas, reflejo de la incerti-dumbre en torno al diagnóstico real. Sus enemigos esparcieron el rumor de que se trataba de una erupción sifilítica. Otros diagnósticos diferenciales han sido eczema (Cabanés, 1913), dermatitis herpe-tiforme (Graham-Little, 1916), eczema liquenificado (Hart, 1924), escabiosis (Bayon, 1945) y dermatitis seborreica (Dale, 1952). Tanto Scarlett (1930) como lelinek (1979) coinciden con Graham-Little en el diagnóstico de dermatitis herpetiforme6, siendo una hipótesis plausible con los síntomas y signos referidos por los historiadores. Al igual que la enfermedad celíaca, la dermatitis herpetiforme presenta como sustrato fisiopatológico una intolerancia intestinal al gluten de la dieta, presente en numerosos alimentos. La dermatitis herpetiforme afecta mayormente a varones, siendo su edad de inicio más frecuente entre la segunda y cuarta década de vida. Las lesiones primarias consisten en pápulas eritematosas o vesículas con tendencia a adoptar una configuración herpetiforme. Las lesiones son intensamente pruriginosas y se distribuyen en forma simétrica sobre superficies extensoras, principalmente codos, rodillas, hombros, región sacra y glúteos. Los pacientes a menudo presentan lesiones de rascado. Con respecto a su diagnóstico, un signo patognomónico lo constituye el hallazgo de depósitos granulares de IgA en la unión dermoepidérmica de la piel sana perilesional. La supresión del gluten de la dieta tiene como resultado una mejoría de las lesiones cutánea en un período de meses, así como una reducción de los episodios de recaída7,8. En 1884 (casi un siglo despues del fallecimiento de Marat) el Dr. Louis Duhring (1845-1913) realizó la primera descripción clínica de esta patología a modo de entidad clínica; por su parte, la primera sugerencia de que los pacientes con dermatitis herpetiforme presentan una enteropatía idéntica a la enfermedad celíaca data de 19679.
Otro aspecto que ha atraído a historiadores ha sido la posible relación de tipo causa-efecto entre la enfermedad de Marat y su temperamento violento (o viceversa), no existiendo consenso. Posiblemente tanto las circunstancias históricas como su temperamento jugaron un rol, total o parcial, en la génesis de la enfermedad y ésta, a su vez, afectó su carácter. Si bien el temperamento característico de Marat es temporalmente anterior al desarrollo de su enfermedad, lo cierto es que el agravamiento de esta última coincidió con una intensificación del primero6. Aparentemente el padecer de una patología cutánea crónica tiene consecuencias importantes sobre la personalidad. Además de Marat, otros personajes históricos de ideas revolucionarias tuvieron similares padecimientos; al respecto, Karl Marx (1818-1883) habría sufrido una invalidante hidradenitis supurativa10, mientras que Josef Stalin (1879-1953) padecía de psoriasis11. La disminución de calidad de vida asociada a estas enfermedades posiblemente tuvo un efecto psicológico no despreciable en estos tres personajes, posiblemente ejerciendo alguna influencia en lo que fueron sus ideas y comportamiento. En palabras de Shuster, quien describiera la hidradenitis supurativa de Karl Marx, «la piel es un órgano de comunicación y sus trastornos producen gran distrés psicológico; genera rechazo y disgusto, depresión de la imagen corporal, del ánimo y del bienestar»10.
Su trágica muerte
El 13 de julio de 1793, estando en su bañera, Marat recibió la visita de la joven Charlotte Corday, quien decía traer los nombres de algunos girondinos enemigos de la revolución, quienes habían huido a la ciudad de Caen. Cuenta la historia que Marat apuntó sus nombres y afirmó que debían ser guillotinados, tras lo cual Corday extrajo un puñal, hiriendo mortalmente a Marat (Figura 2). La joven era hija de girondinos convertidos en realistas. En el juicio llevado a cabo en su contra por el asesinato de Marat, Charlotte Corday declaró que actuó por cuenta propia, con el fin de evitar un mayor derramamiento de sangre, señalando que «maté a un hombre para salvar a cien mil». Cuatro días más tarde sería ajusticiada bajo el filo de la guillotina. El asesinato de Marat engrandeció su imagen en los sectores marginales de la sociedad, transformándose a partir de entonces en un mártir de la Revolución, iniciándose el culto a su persona13. ¿Héroe y mártir o un mero extremista sanguinario? Con la imparcialidad y serenidad que pueden aportar dos siglos transcurridos desde la Revolución Francesa, reservo al lector el juicio valórico que pueda realizar a la persona de Jean-Paul Marat, a la luz de las diversas fuentes históricas disponibles. Resulta interesante constatar un común denominador en las principales facetas de su vida -médico, científico y revolucionario- cual es el nunca haber sido indiferente para quienes le conocieron, generando sentimientos extremos: admiración e idolatría en unos, desprecio y odio en otros, sentimientos que persisten en la opinión de muchos estudiosos de la historia hasta el día de hoy.
Referencias
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