GUADALAJARA, México – Es Cinco de Mayo y para la mayoría de los mexicanos eso significa que no tienen que ir a trabajar.
Eso es.
Al sur del Río Grande, son muy pocos los mexicanos que celebran la victoria de su país sobre el ejército francés invasor el 5 de mayo de 1862.
De hecho, fuera del estado de Puebla, donde tuvo lugar la histórica batalla, te costará encontrar desfiles callejeros, chihuahuas disfrazados de mariachis y gente conduciendo agitando la bandera mexicana.
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Para la mayoría de los mexicanos no es gran cosa. No es más que una fiesta nacional.
Así que puede imaginarse el desconcierto que sienten muchos mexicanos cada año cuando la gente en Estados Unidos se pone sombreros, se atiborra de guacamole y se emborracha con margaritas para conmemorar una batalla que nada tiene que ver con su país y que muchos confunden con el Día de la Independencia de México.
Eso no quiere decir que los mexicanos no se sientan orgullosos de lo que su ejército de trapo consiguió hace 153 años.
Las tropas mexicanas le dieron una buena paliza al ejército francés, más grande y mejor equipado, que había sido enviado por Napoleón III para obligar a México a pagar sus deudas. En lugar de ello, se apoderaron del país y lo convirtieron temporalmente en parte del imperio francés.
Aunque los mexicanos tardaron algunos años más en echar a los franceses de su país, la Batalla de Puebla demostró que México tenía los huevos necesarios para defenderse y defender su soberanía frente a los invasores extranjeros.
Pero fue una batalla de una guerra largamente disputada. No es el equivalente al 4 de julio. Sin embargo, se ha convertido en el equivalente mexicano del Día de San Patricio: una excusa para emborracharse.
El verdadero Día de la Independencia de México cae el 16 de septiembre y ese es un aniversario que la mayoría de los mexicanos considera digno de celebrar.