Madeline Miller – Mitos – Mito de la semana: Hyacinthus

Lunes, 12 de diciembre de 2011

Recientemente, una amiga y yo hablábamos de cómo el trasfondo (o el trasfondo) del mismo sexo suele ser bowdlerizado a partir de las narraciones de los mitos griegos. Cuando éramos niños, ambos estábamos desconcertados por la historia de Ganímedes, el hermoso joven del que Zeus se enamora y, en forma de águila, lo rapta al Olimpo para que sea su amante y copero. En la versión que yo leí, no se mencionaba el deseo de Zeus, y recuerdo que me sentí confusa sobre cómo Zeus sabía que era un excelente copero sólo con mirarlo, y por qué era tan difícil conseguir coperos, y además, por qué enfurecía tanto a Hera.

Todo esto es a modo de introducción a la historia de hoy sobre el joven Jacinto y el dios Apolo, que fue el primer mito en el que me di cuenta de que los dos hombres eran definitivamente amantes, no sólo «compañeros íntimos».»

Apolo y el moribundo Jacinto, con el fatídico disco en el suelo. Alexander Kiselev.

Hyacinthus era un hermoso joven espartano, amado por el dios Apolo. Como buen espartano que era, Jacinto amaba el atletismo, y un día ambos decidieron practicar el lanzamiento del disco. Apolo fue el primero, enviando el disco volando hasta «dispersar las nubes», como dice Ovidio. Jacinto corrió riendo tras él, pensando en atrapar el disco, pero en su lugar le golpeó en la cabeza, matándolo. Ovidio tiene un hermoso pasaje en el que Apolo sostiene al joven moribundo, intentando desesperadamente utilizar su habilidad con la medicina para mantenerlo con vida. Pero ni siquiera el poderoso dios de la curación pudo salvar al que amaba.

En honor a su amante, Apolo hace brotar una flor de la sangre de Jacinto. Confusamente, esta flor no es en realidad lo que hoy llamamos jacinto. La mayoría de las fuentes coinciden en que lo más probable es que sea un iris o una espuela de caballero, ya que el mito nos dice que Apolo escribe en la flor el sonido de su dolor (Ai, Ai). El iris, con sus marcas amarillas en la hoja púrpura, me parece el más probable, aunque theoi.com no está de acuerdo y ofrece esta útil ayuda visual a favor de la espuela de caballero. (Como nota al margen, hay quien dice que esta flor, sea cual sea, surgió en realidad de la sangre del difunto Áyax, no de la de Jacinto. En ese caso, las marcas deletrean AI, en honor a Aias, el nombre griego de Áyax.)

Un iris. Lo sé, yo tampoco veo la «IA». Foto tomada por Danielle Langlois, julio de 2005, Parque Nacional de Forillon de Canadá, Quebec, Canadá

En una segunda variante del mito, bastante popular, la muerte de Jacinto es en realidad un crimen pasional. Resulta que no sólo Apolo estaba enamorado de Jacinto, sino que también lo estaba Céfiro, el viento del oeste. Al ver lo unidos que estaban Apolo y Jacinto, éste se puso celoso y, en un giro anticuado de «Si yo no puedo tenerlo, nadie puede», sopla deliberadamente el disco en el camino de Jacinto, matándolo. Esta versión subraya la aterradora mezquindad de los dioses y los peligros de mezclarse con ellos, incluso si -especialmente si- te aman. Como casi todos los amores antiguos entre mortales y divinidades, termina en tragedia para el mortal.

Apolo y un desmayado y estratégicamente modesto Jacinto

Cuando cuento esta historia, siempre deseo que haya más. Su imagen final de Apolo acunando a Jacinto es hermosa y triste, pero no sabemos nada del amor de Jacinto y Apolo más allá de ese momento, de cómo llegaron a conocerse o de quién era Jacinto. Es casi más un tríptico que una historia, tres momentos atrapados en ámbar: el joven y Apolo felices juntos, el joven persiguiendo el disco, el amante afligido por su amada moribunda. Es suficiente para hacerme sentir simpatía por Apolo, que nunca ha sido uno de mis favoritos.

Apolo atrapa al joven que cae. Jean Broc

Además de su tragedia, la historia de Jacinto tiene también un significado histórico. El sufijo «-nth» de Hyacinthus indica que el nombre es en realidad bastante antiguo, un remanente de algún tipo de lengua pregriega, de antes del desarrollo de la cultura griega antigua tal como la conocemos. Otros ejemplos son «Corinto» y la palabra «laberinto» (véase el mito del Minotauro).

Algunos especulan (el Diccionario Clásico de Oxford incluido), que la historia de Apolo matando trágicamente a Jacinto es en realidad simbólica. Dada la antigüedad de su nombre, es probable que Jacinto fuera una especie de deidad nativa de la naturaleza más antigua, que fue sustituida por el olímpico Apolo. El mito conserva este cambio cultural en forma de historia, haciendo que el nuevo dios «mate» al antiguo.

Estatua clásica de Apolo, conocida como «Apolo Belvedere»

De cualquier manera, Jacinto se convirtió en una importante figura religiosa, que era particularmente adorada en Esparta durante un festival de tres días, llamado Hyacinthia. El festival incluía ritos de duelo por la muerte del joven, y luego la celebración de su renacimiento como flor. En este sentido, Jacinto parece similar al dios Adonis y al oriental Atis, los tres jóvenes que mueren para asegurar la fertilidad de la tierra, las versiones masculinas de Perséfone. La fiesta era tan importante para los espartanos que se dice que interrumpieron una campaña militar para volver a casa y celebrarla.

Pintura en un jarrón de un lanzador de disco, con otras prendas atléticas.

Una última historia sobre Apolo y Jacinto. Aunque el mito ha tenido una larga vida en el arte visual, no ha sido tan popular en otros tipos de medios. La única excepción que pude encontrar fue una ópera compuesta por el Mozart de once años, titulada «Apollo et Hyacinthus». El libreto de la obra fue escrito por un sacerdote, Rufinus Widl, que al parecer encontró la historia demasiado escandalosa, por lo que inventó una hermana para Jacinto, Melia, para sustituir a Jacinto como interés amoroso de Apolo. En esta versión, la muerte del joven es más trágica para la familia que para Apolo, afectando al dios sólo porque es un impedimento para cortejar a la hermana.

Lo bonito de los mitos es lo adaptables que son, lo mucho que pueden ser moldeados y plasmados por cada nuevo narrador. Pero hay que doblar, y luego hay que romper. Eliminar el amor de Apolo y Jacinto de esta historia es quitarle la espina dorsal al cuento, haciéndolo irreconocible. Ciertamente, hay una hermosa historia que contar sobre un amante que mata a los parientes de su amada (como sabía Shakespeare cuando Romeo mató a Tybalt), pero esa es otra historia, no esta. Jacinto y Apolo (y Céfiro), lo hacen suficientemente bien por sí solos.

¡Gracias al lector Sam por la sugerencia!

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