Pericardiocentesis en el taponamiento cardíaco: indicaciones y aspectos prácticos

Introducción

La pericardiocentesis es el procedimiento terapéutico más útil para el manejo o diagnóstico precoz del derrame pericárdico grande y sintomático y del taponamiento cardíaco. La primera descripción de la descompresión cardíaca fue en 1653, cuando Riolanus sugirió la trepanación del esternón para aliviar la presión pericárdica. En 1911, Marfan describió por primera vez el abordaje subxifoideo, que se había utilizado para el procedimiento de pericardiocentesis a ciegas durante décadas, a pesar de las importantes tasas de morbilidad y mortalidad (50% y 6%, respectivamente). En los años posteriores, las técnicas recomendadas para una pericardiocentesis segura y satisfactoria han cambiado considerablemente, sobre todo con la introducción de la guía fluoroscópica, electrocardiográfica y, finalmente, ecocardiográfica, y con la descripción de otros abordajes distintos al subesternal (apical y paraesternal).

Taponamiento cardíaco

El taponamiento cardíaco es una compresión lenta o rápida del corazón que pone en peligro la vida debido al aumento del líquido pericárdico. El pericardio puede estirarse para acomodar la acumulación de líquido, pero cuando la distensibilidad pericárdica no puede aumentar más, se produce una igualación de las presiones intrapericárdicas (venosa central, cámaras cardíacas derecha e izquierda), normalmente en torno a 15-20 mmHg. En este punto, el ventrículo derecho se colapsa y la hipotensión se vuelve grave. El efecto hemodinámico de un derrame pericárdico importante es continuo, ya que un pequeño aumento del contenido pericárdico acopla el pericardio al corazón, aumentando significativamente la interacción auricular y, sobre todo, ventricular. Estos fenómenos exageran los efectos respiratorios recíprocos normales en los lados derecho e izquierdo del corazón. En los primeros pasos del deterioro hemodinámico del derrame pericárdico, los pacientes pueden mostrar sólo hallazgos ecocardiográficos de compresión de las cámaras del corazón (colapso de las aurículas derecha e izquierda, colapso del ventrículo derecho, corazón oscilante, movimiento del tabique interventricular hacia la izquierda, congestión de la vena cava inferior) sin signos y síntomas clínicos (taponamiento subclínico). En estos casos, los hallazgos ecocardiográficos pueden ser demasiado sensibles y sobrediagnosticar el taponamiento cardíaco en pacientes con sólo una sutil evidencia de compromiso hemodinámico. Por lo tanto, el taponamiento ecocardiográfico no es una indicación clara de pericardiocentesis.

Clinicamente, el taponamiento cardíaco se define como la fase de descompensación de la compresión cardíaca, resultante del aumento de la presión intrapericárdica. Los síntomas y signos clínicos incluyen disnea, presión venosa yugular elevada, hipotensión, taquicardia y pulso paradójico. Al menos uno de ellos está presente en más del 75% de los casos.

Efecto de la pericardiocentesis

El efecto de la pericardiocentesis suele ser inmediato: el drenaje de unos pocos mililitros del derrame aumenta significativamente el volumen de carrera, reduce las presiones intrapericárdicas y auriculares, y permite la separación entre las presiones de llenado derecha e izquierda. La taquicardia y la disnea disminuyen, mientras que la presión arterial aumenta y el pulso paradójico desaparece.

Indicciones de la pericardiocentesis

En pacientes hemodinámicamente inestables, es obligatorio realizar un procedimiento emergente, ya que sólo la extracción del líquido permite un llenado ventricular normal y restablece un gasto cardíaco adecuado. En caso contrario, el procedimiento podría realizarse en las horas siguientes a la presentación y se podría planificar la guía visual y el abordaje más adecuados. Recientemente se ha propuesto un índice de puntuación en pacientes con sospecha de taponamiento para decidir si se realiza una pericardiocentesis urgente o un drenaje en las horas posteriores. Consta de tres componentes obtenidos en la presentación inicial: etiología, presentación clínica y hallazgos ecocardiográficos.

En caso de derrame pericárdico sin compromiso hemodinámico, la pericardiocentesis está indicada en caso de derrame sintomático de moderado a grande que no responda a la terapia médica, o en caso de un derrame más pequeño, cuando se sospecha una pericarditis tuberculosa, bacteriana o neoplásica, o en caso de derrame pericárdico crónico (de más de tres meses de duración) y de gran tamaño (>20 mm en la ecocardiografía en diástole).

La pericardiocentesis con fines diagnósticos no está justificada en casos de derrames leves o moderados (<20 mm) por las siguientes razones: 1) baja potencia diagnóstica (la patología subyacente suele ser ya conocida o identificable a través de diferentes pruebas no invasivas); 2) la pericarditis vírica (idiopática) suele ser autolimitada y sólo requiere un tratamiento antiinflamatorio; y 3) alto riesgo del procedimiento en comparación con el bajo rendimiento diagnóstico.

Contraindicaciones

No existen contraindicaciones absolutas para la pericardiocentesis cuando existe taponamiento cardíaco y shock. La disección aórtica y la rotura de la pared libre tras un infarto son contraindicaciones para la pericardiocentesis con aguja (taponamiento quirúrgico) debido al riesgo potencial de agravar la disección o la rotura miocárdica mediante una rápida descompresión pericárdica y el restablecimiento de la presión arterial sistémica. Sin embargo, si no se dispone de un tratamiento quirúrgico inmediato, o si el paciente es demasiado inestable, puede intentarse la pericardiocentesis y el drenaje de cantidades muy pequeñas de hemopericardio para mantener la presión arterial en torno a 90 mmHg como puente a la cirugía de urgencia. Las contraindicaciones relativas incluyen la coagulopatía no corregida, la terapia anticoagulante, la trombocitopenia (PLTc <50.000/mm3).

Abordajes

Técnica guiada por fluoroscopia

El abordaje fluoroscópico fue el primer sistema de imagen utilizado para la pericardiocentesis percutánea. Se realiza a través del abordaje subxifoideo con una aguja que contiene un medio de contraste, dirigida hacia el hombro izquierdo en un ángulo de 30° con respecto a la piel. La posición de la aguja en el espacio pericárdico se confirma con la inyección del medio de contraste: la aparición en posición inferior de una estratificación lenta del medio de contraste indica la posición correcta y que se puede introducir una guía blanda en forma de J. Es esencial comprobar la posición de la guía en al menos dos proyecciones angiográficas (vista lateral y vista anteroposterior).

Este procedimiento está estandarizado y es eficaz, pero sólo puede realizarse en los laboratorios de cateterismo cardíaco e implica una exposición a la radiación tanto para el paciente como para el médico. Sin embargo, este procedimiento podría ser muy útil para tratar el taponamiento iatrogénico durante los procedimientos percutáneos. Siempre que sea posible, un examen ecocardiográfico para evaluar la distribución y la cantidad de derrame pericárdico debe preceder al procedimiento guiado por fluoroscopia.

Técnica guiada por tomografía computarizada

En los últimos años, se han comunicado pruebas de la viabilidad de la pericardiocentesis bajo guía de tomografía computarizada (TC). Mediante la TC de planificación, se evalúa la extensión completa del derrame pericárdico y se define y marca en la piel el punto de entrada óptimo. A continuación, se hace avanzar la aguja hasta el derrame pericárdico y se utiliza una única TC para verificar la posición de la aguja. Esta técnica no permite una visualización continua de la aguja y supone una importante exposición a la radiación para el paciente. Además, no está muy extendida ni es viable desde el punto de vista logístico, y requiere mucho tiempo (duración media de 65 minutos). Sin embargo, puede utilizarse con éxito en pacientes con una ventana ecográfica deficiente y puede mostrar el derrame loculado de forma muy eficaz, lo que permite identificar el mejor lugar de entrada. Además, una TC puede medir la densidad del derrame pericárdico, evitando así que el procedimiento fracase en caso de derrames muy viscosos, como los purulentos y el hematoma intrapericárdico. Por último, un TAC permite evaluar todo el tórax y detectar anomalías asociadas, lo que es útil para identificar la enfermedad subyacente.

Técnica ecoguiada

La pericardiocentesis guiada por ecocardiografía es una técnica segura y sencilla, introducida en la Clínica Mayo en 1979 y ampliamente utilizada en la actualidad. El enfoque guiado por ecocardiografía permite definir la posición del derrame, el lugar de entrada ideal y la trayectoria de la aguja para la pericardiocentesis. Existen dos enfoques diferentes para la ecoguía: el primero (descrito por la Clínica Mayo) es el método ecoguiado, en el que el operador memoriza la trayectoria óptima de la aguja y la hace avanzar hacia el espacio pericárdico sin una visualización ecográfica continua. El segundo enfoque es el método ecoguiado con una monitorización ecocardiográfica continua. También se ha propuesto utilizar un portaagujas montado en el transductor de ultrasonidos para hacer avanzar la aguja hasta el espacio pericárdico.

Sitio de punción

Para la pericardiocentesis se pueden utilizar tres enfoques principales: el apical, el subcostal o el paraesternal.

Tradicionalmente, se ha preferido un enfoque subcostal, en gran parte porque se consideraba la ruta más segura sin guía por imagen. Sin embargo, el derrame pericárdico no siempre es circunferencial y está distribuido por igual; en consecuencia, la evaluación ecográfica del lugar de entrada ideal para el drenaje es fundamental para el éxito del procedimiento. La Clínica Mayo aboga por seleccionar el abordaje basándose exclusivamente en los hallazgos ecocardiográficos y define el lugar de entrada óptimo como el punto en el que el espacio pericárdico está más cerca de la sonda y la acumulación de líquido es máxima, sin órganos vitales intervinientes. Este sitio es más a menudo para-apical que subcostal. Además, una serie observacional sobre la pericardiocentesis ecoguiada demostró una mayor tasa de éxito y una menor tasa de complicaciones cuando el lugar de entrada se seleccionó ecocardiográficamente en lugar de cuando se utilizó de forma rutinaria el abordaje subxifoide (Tabla 1, Figura 1).

Tabla 1. Características de los diferentes abordajes de pericardiocentesis

Lugar de punción

Descripción

Desventajas

Desventajas

Apical

El lugar de inserción de la aguja es 1-2 cm lateral al latido del ápice dentro del quinto, sexto o séptimo espacio intercostal. Avanzar la aguja sobre el borde superior de la costilla para evitar los nervios y vasos intercostales.

Riesgo de punción ventricular por la proximidad al ventrículo izquierdo.

Aumento del riesgo de neumotórax por la proximidad al espacio pleural izquierdo.

La pared más gruesa del ventrículo izquierdo tiene más probabilidades de autosellarse tras la punción.

Debido a que los ultrasonidos no penetran en el aire, el uso de la guía ecocardiográfica asegura evitar el pulmón.

El camino para llegar al pericardio es más corto.

Parasternal

El lugar de inserción de la aguja es en el quinto espacio intercostal izquierdo cerca del margen esternal. Avanzar la aguja perpendicularmente a la piel (a nivel de la escotadura cardíaca del pulmón izquierdo).

Riesgo de neumotórax y de punción de los vasos torácicos internos (si la aguja se introduce más de 1 cm lateralmente).

La guía ecocardiográfica, también con sonda de matriz de fase, proporciona una buena visualización de las estructuras pericárdicas.

Subxifoidea

El lugar de inserción de la aguja es entre el xifisterno y el margen costal izquierdo. Una vez debajo de la jaula cartilaginosa, bajar la aguja en un ángulo de 15 a 30 grados, con la pared abdominal dirigida hacia el hombro izquierdo.

Un ángulo más pronunciado puede entrar en la cavidad peritoneal, y una dirección medial aumenta el riesgo de punción de la aurícula derecha. En algunos casos, el lóbulo izquierdo del hígado puede atravesarse intencionadamente si no se dispone de un sitio alternativo.

El camino para llegar al líquido es más largo.

Menos riesgo de neumotórax.

Figura 1. Pericardiocentesis: Estructuras anatómicas y abordajes.

A) Estructuras anatómicas a tener en cuenta durante el procedimiento de pericardiocentesis.

B) Tres abordajes principales para la pericardiocentesis, paraesternal, subesternal y apical.

110_DeCarlini__Figura 1.jpg

Aspectos técnicos del procedimiento ecoguiado

En la Tabla 2 se ofrece una lista de equipos.

Tabla 2. Equipo necesario para realizar la pericardiocentesis ecoguiada con o sin sistema de aguja montada en sonda.

Equipamiento para la pericardiocentesis ecoguiada

Ecocardiografía con sonda cardíaca

Cubierta de sonda estéril y gel ecográfico estéril

Gravedad 16-18, Aguja revestida de teflón

Dilatador de 6 Fr a 8 Fr y vaina introductora

Aguja guía con punta en J

Catéter de drenaje: angiocatéter pigtail de 6 Fr a 8 Fr o set de drenaje pericárdico específico

Sistema de lavado desechable para mantener la permeabilidad del catéter

Equipo para el procedimiento ecomonitorizado en tiempo real.Time Echo-Monitored Procedure

Soporte multiángulo para montar en la ecosonda

Kit estéril de guía de aguja

Calibre 18, 9 cm de aguja (o 15 cm para el abordaje subxifoideo)

Dilatador de 6 Fr a 8 Fr

La preparación previa es esencial para la realización segura de la pericardiocentesis. Debe comprobarse el recuento de plaquetas y el perfil de coagulación. Las unidades de glóbulos rojos envasadas deben estar disponibles antes de iniciar los procedimientos que no sean de emergencia. Se requiere la monitorización electrocardiográfica del paciente en un entorno adecuado con equipo de reanimación. Un catéter venoso central es esencial para monitorizar la presión de la aurícula derecha y permitir la infusión rápida de fluidos y fármacos si está indicado. La monitorización continua de la presión arterial está indicada para detectar la presencia de pulso paradójico y para detectar y corregir rápidamente la inestabilidad hemodinámica repentina.

Se recomienda una evaluación ecocardiográfica preliminar con diferentes vistas para evaluar el tamaño y la distribución del derrame, para seleccionar el lugar de entrada adecuado y también para monitorizar el procedimiento. El paciente debe colocarse en posición semirreclinada con un ángulo de unos 30° y ligeramente girado hacia la izquierda para favorecer la recogida de líquido en la parte inferior-anterior del tórax. Tras una desinfección adecuada del campo operatorio, se administra un anestésico local en el lugar de la punción. La trayectoria de la aguja se define por el ángulo entre la sonda y la pared torácica. La trayectoria óptima de la aguja debe ser visualizada en la mente del operador, y luego una aguja de calibre 16-18, enfundada en teflón, con una jeringa adjunta llena de solución salina, se avanza en la dirección del espacio lleno de líquido. Cuando se aspira el líquido, la aguja debe avanzar unos 2 mm más. La vaina debe avanzar sobre la aguja y el núcleo de acero debe retirarse, manteniendo sólo la vaina en el espacio pericárdico. Se debe hacer avanzar una guía a través de la vaina, que luego se puede retirar. Una aspiración sanguinolenta puede indicar una punción miocárdica o un derrame pericárdico hemorrágico. La posición extracardiaca de la punta puede confirmarse inyectando 5 ml de infusión salina agitada: las burbujas pueden visualizarse mediante ecocardiografía en el espacio pericárdico. Se debe realizar una pequeña incisión en el lugar de entrada, seguida de la introducción de un dilatador enfundado (6 Fr a 8 Fr) sobre la guía. El dilatador debe retirarse y se introduce un catéter de cola de cerdo directamente en la vaina. El derrame pericárdico se aspira con una jeringa de succión y el catéter se cierra tras un lavado con 5 ml de solución salina heparinizada.

Un enfoque diferente utiliza un portaagujas montado en el transductor para hacer avanzar la aguja bajo una visualización continua (procedimiento monitorizado por eco en tiempo real). En la mayoría de los casos, el procedimiento lo llevan a cabo dos médicos: uno que realiza el ecocardiograma y otro que realiza la punción y el drenaje – Figura 2.

Figura 2. Procedimiento de pericardiocentesis ecoguiada.

Coloque al paciente en posición semirreclinada (Panel A), utilice una aguja montada en una sonda y cubierta con una vaina estéril (Panel B), elija el ángulo adecuado para la aguja (Paneles C y D), avance la aguja lentamente en aspiración a través del tejido hasta que haya una visualización continua de la punta (flecha negra) (Panel E), introduzca un alambre con punta en J en la aguja bajo visualización continua (flecha negra) (Panel F).

110_DeCarlini_Figure 2.jpg

La preparación del paciente es la misma que la descrita anteriormente. Se debe montar el soporte en la sonda para apoyar el kit de guía de la aguja. El soporte soporta la aguja con diferentes ángulos y el operador puede elegir entre un ángulo más cercano o más amplio. La sonda debe cubrirse con una vaina estéril y el kit de guía de aguja debe montarse en la sonda enfundada.

Una vez elegida la colocación y la dirección de la aguja, se conecta una aguja de calibre 16-18 y 9 cm a una jeringa y se avanza lentamente en aspiración a través del tejido hasta que haya una visualización continua de la punta. Cuando se alcanza el derrame pericárdico y se confirma ecocardiográficamente la colocación, se introduce un alambre con punta en J en el espacio pericárdico bajo visualización continua y se debe insertar un catéter pigtail según la técnica de Seldinger.

Manejo posterior al procedimiento

La aspiración se repite cada cuatro o seis horas, y el catéter se puede retirar una vez que el drenaje haya disminuido a menos de 25 a 30 ml en 24 horas. Los cuidados del catéter pericárdico son los mismos que los del catéter venoso central. Después del procedimiento, todos los pacientes se someten a una radiografía de tórax para excluir la presencia de neumotórax.

Manejo médico

El manejo médico es sólo una medida temporal para los pacientes con taponamiento mientras se espera la pericardiocentesis.

Los pacientes hipotensos (presión arterial sistólica <100 mmHg) con hipovolemia pueden ser tratados con un volumen bajo (250-500 ml) de solución salina normal, ya que se ha demostrado que mejora los parámetros hemodinámicos. Sin embargo, la infusión de volúmenes mayores puede aumentar la presión de cuña y la presión intrapericárdica, y reducir el gasto cardíaco. La administración intravenosa de diuréticos está contraindicada y podría ser fatal en pacientes al límite de su mecanismo compensatorio en el taponamiento. Tanto la dopamina como la dobutamina mejoran la hemodinámica: la dobutamina tiene mayor actividad beta y, por tanto, puede ser preferible. Sin embargo, la utilidad de los inótropos suele ser limitada porque la estimulación adrenérgica endógena ya está aumentada en condiciones de taponamiento. La profilaxis antibiótica no está indicada a menos que el procedimiento se haya llevado a cabo en un entorno de emergencia sin una asepsia adecuada.

Complicaciones

La tasa de complicaciones mayores reportada en grandes estudios observacionales para la pericardiocentesis ecoguiada o fluoroscópica es del 0,3-3,9%, y la tasa de complicaciones menores es del 0,4-20%.

Las complicaciones más graves incluyen la muerte, la lesión de las cámaras cardíacas, la laceración de las arterias coronarias o de los vasos intercostales, la punción de las vísceras abdominales o de la cavidad peritoneal, el neumotórax que requiere la colocación de un tubo torácico, el neumopericardio, las arritmias ventriculares y el síndrome de descompresión pericárdica. La punción miocárdica y coronaria puede ser inicialmente silenciosa y presentarse con hemopericardio retardado o trombo intrapericárdico.

La descompresión pericárdica es un síndrome raro, potencialmente mortal, caracterizado por amplios escenarios clínicos (desde edema pulmonar hasta shock cardiogénico). Generalmente se desarrolla después de un drenaje pericárdico exitoso, desde unas horas hasta días después. El mecanismo de esta situación aún no se conoce bien. Sin embargo, la explicación más sencilla es una sobrecarga aguda del ventrículo izquierdo debido a un aumento de la precarga del lado derecho asociado a una vasoconstricción periférica catecolaminérgica persistente. Hasta la fecha, no existen recomendaciones eficaces para prevenir este síndrome, salvo la de extraer suficiente líquido para normalizar la presión arterial venosa central y sistémica (no >1 L) y completar la extracción en las horas posteriores.

Las complicaciones menores incluyen hipotensión vasovagal transitoria y bradicardia, arritmias supraventriculares, neumotórax sin inestabilidad hemodinámica y fístulas pleuropericárdicas.

Varios autores han sugerido que debe prestarse especial atención al manejo periprocedimental del tratamiento anticoagulante y proponen que, en presencia de trastornos graves de la coagulación, se posponga la pericardiocentesis hasta que se realice una transfusión de sangre suficiente u otro tratamiento hematológico adecuado, si no existe un taponamiento manifiesto. En el contexto de un derrame pericárdico iatrogénico, la anticoagulación completa se considera un factor de riesgo importante tanto para el taponamiento como para sus secuelas.

Perdidas y escollos

Manejo respiratorio

La ventilación espontánea frente a la mecánica y los niveles de PaCO2 influyen significativamente en la evolución del taponamiento pericárdico. La presión pericárdica disminuye de 3 a 6 mmHg cuando la PaCO2 disminuye a 24 mmHg; por el contrario, las presiones pericárdicas aumentan de 2 a 4 mmHg cuando la PaCO2 alcanza los 57 mmHg. El aumento de las presiones intratorácicas durante la fase inspiratoria de la ventilación mecánica puede disminuir el gasto cardíaco hasta un 25% en los pacientes con taponamiento. Por lo tanto, los pacientes con sospecha de taponamiento cardíaco no deben recibir ventilación con presión positiva a menos que sea absolutamente necesario para evitar un mayor compromiso hemodinámico.

Cuidados del drenaje del catéter

La oclusión del catéter puede ocurrir hasta en un 10% de los casos. Para optimizar la permeabilidad del catéter, podría ser útil realizar una aspiración intermitente cada seis horas y utilizar un sistema de lavado continuo desechable entre las aspiraciones. Se permite un largo período de permeabilidad del catéter y una manipulación limitada a la retirada del derrame, reduciendo así las posibilidades de contaminación del líquido pericárdico.

Prevención del taponamiento cardíaco

El drenaje pericárdico durante 24 a 72 horas es suficiente para evitar la recurrencia del taponamiento pericárdico en la mayoría de los casos. La tasa de recurrencia tras el procedimiento inicial es del 27-55% para los pacientes que se someten a una pericardiocentesis simple, y del 12-24% para los que se someten a un drenaje ampliado. La omisión del drenaje extendido del catéter es un importante factor predictivo independiente de la recurrencia. Es importante vaciar el saco pericárdico lo más completamente posible, dejando el catéter colocado hasta 72 horas o más si el líquido tiene una tasa de acumulación superior a 30 mL en 24 horas. Las complicaciones asociadas al uso de un catéter pericárdico son poco frecuentes. Sólo se ha notificado un caso de bacteriemia en 781 casos en los que se ha utilizado este método. La reacumulación de líquido pericárdico es frecuente en pacientes con derrames pericárdicos malignos. En estos pacientes, se han sugerido varios procedimientos para prevenir la reaparición del taponamiento. Estos enfoques incluyen la repetición de la pericardiocentesis, que es probablemente el procedimiento de elección en pacientes con enfermedad en fase terminal, esclerosis intrapericárdica, quimioterapia sistémica, radioterapia, intervención quirúrgica o pericardiotomía percutánea con balón.

Hallazgos ecocardiográficos falsos negativos y falsos positivos

El determinante ecocardiográfico falso positivo más frecuente del taponamiento es el colapso auricular derecho. Este signo, al igual que el colapso diastólico del ventrículo derecho, puede ponerse de manifiesto en los pacientes con falta de volumen. En este contexto, la presión intrapericárdica es al menos igual a las presiones auricular y ventricular derechas, que están disminuidas como resultado de la baja precarga. Además, un gran derrame pleural puede causar un aumento de la presión intrapericárdica, que es suficiente para causar hallazgos ecocardiográficos de taponamiento cardíaco. En esta situación, el enfoque terapéutico adecuado es el drenaje del derrame pleural. Por otro lado, en pacientes con presiones derechas elevadas atribuibles a hipertensión pulmonar, embolia pulmonar o sobrecarga de volumen del ventrículo derecho, el taponamiento cardíaco no demostrará colapso auricular o ventricular derecho. La razón de este fenómeno es una presión intrapericárdica elevada que no iguala la presión del ventrículo derecho o de la aurícula derecha.

Derrame hemorrágico

Los resultados falsos negativos de la pericardiocentesis se obtienen en el 20-40% de los casos de derrame hemorrágico, incluso cuando la punción pericárdica puede realizarse sin demora. Los resultados falsos negativos pueden deberse a la rápida formación de coágulos, que impiden la aspiración de la sangre. Por lo tanto, el fracaso en la aspiración de la sangre en casos de lesión torácica traumática no debe excluir el posible diagnóstico de derrame hemorrágico, retrasando la evacuación. En estos casos, la visualización de la aguja dentro del espacio pericárdico permite confirmar que se ha alcanzado el espacio, evitando punciones repetidas.

Efectos sobre el pronóstico

La pericardiocentesis es una maniobra que salva la vida cuando se produce un taponamiento cardíaco con grave deterioro hemodinámico y debe realizarse con urgencia. No existen estudios aleatorios en este contexto. Una vez realizada la pericardiocentesis, el pronóstico depende de la enfermedad subyacente, siendo malo en caso de etiología neoplásica y excelente en caso de pericarditis idiopática/viral. En los pacientes con derrame pericárdico sin taponamiento pero con sospecha de pericarditis tuberculosa, bacteriana o neoplásica, la pericardiocentesis es obligatoria porque un diagnóstico correcto mediante el análisis del líquido pericárdico permite una terapia adecuada y reduce la probabilidad de una evolución hacia una pericarditis constrictiva. En el caso de un gran derrame pericárdico crónico, el pronóstico es generalmente bueno, pero puede haber un 35% de riesgo de evolución de taponamiento cardíaco.

Conclusión

La pericardiocentesis puede ser un procedimiento potencialmente salvador de vidas que conlleva un alto riesgo de complicaciones. En este sentido, el apoyo de imágenes y la planificación cuidadosa del sitio de entrada adecuado son fundamentales para un procedimiento seguro y exitoso.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *