Una nueva investigación indica que el cerebro entra en un estado momentáneo de descanso de vigilia cuando parpadeamos, lo que quizá nos permita concentrarnos mejor después. Imagen vía Flickr user Scinerm
Todos parpadeamos. Mucho. Una persona media parpadea entre 15 y 20 veces por minuto, con tanta frecuencia que nuestros ojos permanecen cerrados durante aproximadamente el 10% de nuestras horas de vigilia.
Aunque parte de este parpadeo tiene un propósito claro -principalmente para lubricar los globos oculares y, ocasionalmente, para protegerlos del polvo u otros residuos-, los científicos afirman que parpadeamos mucho más a menudo de lo necesario sólo para estas funciones. Por tanto, el parpadeo es un enigma fisiológico. ¿Por qué lo hacemos con tanta frecuencia? En un artículo publicado hoy en Proceedings of the National Academy of Sciences, un grupo de científicos de Japón ofrece una nueva y sorprendente respuesta: cerrar brevemente los ojos podría ayudarnos a ordenar nuestros pensamientos y a centrar la atención en el mundo que nos rodea.
Los investigadores llegaron a la hipótesis tras observar un hecho interesante revelado por investigaciones anteriores sobre el parpadeo: que los momentos exactos en los que parpadeamos no son realmente aleatorios. Aunque aparentemente espontáneo, los estudios han revelado que las personas tienden a parpadear en momentos predecibles. En el caso de una persona que lee, el parpadeo suele producirse al terminar cada frase, mientras que en el caso de una persona que escucha un discurso, suele producirse cuando el orador hace una pausa entre las declaraciones. Un grupo de personas que ven el mismo vídeo también tienden a parpadear al mismo tiempo, cuando la acción se detiene brevemente.
Como resultado, los investigadores supusieron que podríamos utilizar subconscientemente los parpadeos como una especie de punto de descanso mental, para apagar brevemente los estímulos visuales y permitirnos centrar nuestra atención. Para poner a prueba esta idea, colocaron a 10 voluntarios diferentes en una máquina de IRMf y les hicieron ver el programa de televisión «Mr. Bean» (habían utilizado el mismo programa en su anterior trabajo sobre el parpadeo, demostrando que éste se producía en puntos de descanso implícitos en el vídeo). A continuación, monitorizaron qué áreas del cerebro mostraban una mayor o menor actividad cuando los participantes en el estudio parpadeaban.
Su análisis mostró que cuando los observadores de Bean parpadeaban, la actividad mental se disparaba brevemente en áreas relacionadas con la red por defecto, áreas del cerebro que operan cuando la mente está en un estado de reposo despierto, en lugar de centrarse en el mundo exterior. La activación momentánea de esta red alternativa, teorizan, podría servir como una pausa mental, permitiendo una mayor capacidad de atención cuando los ojos se abren de nuevo.
Para comprobar si esta pausa mental era simplemente el resultado del bloqueo de las entradas visuales de los participantes, en lugar de un esfuerzo subconsciente para despejar sus mentes, los investigadores también insertaron manualmente «apagones» en el vídeo a intervalos aleatorios que duraban aproximadamente lo mismo que un parpadeo. Sin embargo, en los datos de la IRMf, las áreas cerebrales relacionadas con la red por defecto no se activaron de forma similar. Parpadear es algo más que no ver nada temporalmente.
No es ni mucho menos concluyente, pero la investigación demuestra que entramos en algún tipo de estado mental alterado cuando parpadeamos: no lo hacemos sólo para lubricar los ojos. Un parpadeo podría proporcionar una isla momentánea de calma introspectiva en el océano de estímulos visuales que define nuestras vidas.
(Imagen del boletín de noticias cortesía del usuario de Flickr Chris McClanahan.)