Dejemos algo claro: la «caja negra» no es negra. Es naranja. Antes de que las aerolíneas hicieran ese color estándar para sus registradores de vuelo, algunos Boeing utilizaban una esfera amarilla, y los británicos tenían un artilugio llamado Red Egg. Entonces, ¿por qué lo llaman «negro»? Una explicación es la siguiente: En 1939, un ingeniero de aviación llamado François Hussenot ideó un medio para capturar la historia de un avión en una caja de película fotográfica. Los sensores de a bordo lanzaban destellos a la caja a través de espejos calibrados y trazaban una ficha continua de los parámetros de vuelo, como la altitud, la velocidad del aire y la posición de los mandos de la cabina. Como el aparato funcionaba como una cámara, su interior debía estar en total oscuridad; de ahí, quizás, el carácter «negro» de la caja.
Se dice que Hussenot pensaba que su caja era tan importante que enterró un prototipo en las dunas de arena cerca de la costa de Aquitania en junio de 1940 para mantenerlo fuera de las manos alemanas. Después de la guerra, la tecnología de los registradores de vuelo se generalizó. Algunos dispositivos utilizaban la fotografía; otros rayaban los datos en bobinas de papel metálico. Sin embargo, ninguno grababa el audio de la cabina.
En 1953, se pidió a un químico australiano llamado David Warren que ayudara a encontrar la causa de los recientes accidentes de aviones a reacción. «No dejaba de pensar para mis adentros… Si pudiéramos recapturar esos últimos segundos», dijo a un entrevistador en 1985, «nos ahorraríamos toda esta discusión e incertidumbre». La versión de Warren del dispositivo almacenaba el audio en una bobina de alambre de acero magnetizado. Según él, el nombre de «caja negra» procede de un funcionario del gobierno británico, que en 1958 se refirió a ella utilizando la jerga de la Fuerza Aérea de la época de la Segunda Guerra Mundial para referirse a la sutil aviónica.