Los estimulantes son fármacos que aumentan el estado de alerta, la atención y la energía al elevar los niveles de sustancias químicas clave en el cerebro y otras partes del cuerpo. Esto puede ser útil para personas con ciertas condiciones de salud, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Se estima que más del 10 por ciento de los adolescentes han sido diagnosticados con TDAH. Para ellos, el TDAH puede dificultar la realización de trabajos escolares u otras tareas.
Si alguien con TDAH tiene dificultades para prestar atención, ¿cómo puede ayudar algo llamado estimulante? La razón es que los estimulantes aumentan la cantidad de una sustancia química necesaria para ayudar a una persona a mantenerse concentrada.
Una investigación realizada por la Dra. Nora Volkow del NIDA descubrió que los síntomas del TDAH están asociados a tener niveles más bajos de dopamina en el cerebro. Los estimulantes recetados aumentan lentamente el nivel de dopamina, de forma similar a como se produce naturalmente en el cerebro. Un médico suele recetar una dosis (cantidad) baja de un estimulante y la aumenta gradualmente si es necesario.
Los estimulantes de prescripción también pueden tener algunos efectos secundarios desagradables: fatiga, ansiedad, depresión y aumento de la presión arterial, la frecuencia respiratoria y el ritmo cardíaco de una persona. El mal uso de los estimulantes de prescripción también puede conducir a trastornos por consumo de estimulantes, pero las personas con TDAH que los utilizan según lo prescrito no corren el mismo riesgo.
En nuestro próximo post, veremos otros tipos de estimulantes, y cuándo pueden suponer un riesgo de adicción.
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