Historia del Arte I

Pintura de Abraham, con su típica barba gris. Tiene un halo detrás de la cabeza.

Figura 1. Apa Abraham, c. 590-600, acuarela sobre panel, egipcio (Museo Bode, Berlín)

La palabra icono se refiere a muchas cosas diferentes hoy en día. Por ejemplo, usamos esta palabra para referirnos a los pequeños símbolos gráficos de nuestro software y a poderosas figuras culturales (aquí hay una lista de 300 «Iconos culturales»).

Sin embargo, estos diferentes significados conservan una conexión con el significado original de la palabra. Icono significa en griego «imagen» o «pintura» y, durante la época medieval, significaba una imagen religiosa en un panel de madera utilizada para la oración y la devoción. Más concretamente, los iconos llegaron a tipificar el arte de la Iglesia cristiana ortodoxa.

La iconoclasia se refiere a la destrucción de imágenes o a la hostilidad hacia las representaciones visuales en general. De forma más específica, la palabra se utiliza para la Controversia Iconoclasta que sacudió el Imperio Bizantino durante más de 100 años.

Pintura típica de Cristo con pelo rizado castaño y barba. Tiene una aureola detrás de la cabeza.

Figura 2. Cristo Pantocrátor (El Gobernante del Universo), Catacumbas de Commodilla, siglo IV

La hostilidad abierta hacia las representaciones religiosas comenzó en el año 726, cuando el emperador León III se posicionó públicamente en contra de los iconos; esto provocó su retirada de las iglesias y su destrucción. Ya había habido muchas disputas teológicas anteriores sobre las representaciones visuales, sus fundamentos teológicos y su legitimidad. Sin embargo, ninguna de ellas provocó la tremenda agitación social, política y cultural de la Controversia Iconoclasta.

Algunos historiadores creen que al prohibir los iconos, el emperador buscaba integrar a las poblaciones musulmana y judía. Tanto los musulmanes como los judíos percibían las imágenes cristianas (que existían desde los primeros tiempos del cristianismo) como ídolos y en directa oposición a la prohibición del Antiguo Testamento de las representaciones visuales. El primer mandamiento establece,

No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás imagen tallada, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni las servirás (Éxodo 20:3-5).

Otra teoría sugiere que la prohibición era un intento de frenar la creciente riqueza y poder de los monasterios. Estos producían los iconos y eran un objetivo principal de la violencia de la Controversia Iconoclasta. Otros estudiosos ofrecen un motivo menos político, sugiriendo que la prohibición fue principalmente religiosa, un intento de corregir la práctica descarriada de adorar imágenes.

El desencadenante de la prohibición de León III puede haber sido incluso la enorme erupción volcánica del año 726 en el Mar Egeo, interpretada como una señal de la ira de Dios por la veneración de los iconos. No hay una respuesta sencilla a este complejo acontecimiento. Lo que sí sabemos es que la prohibición provocó esencialmente una guerra civil que sacudió las esferas política, social y religiosa del imperio. El conflicto enfrentó al emperador y a ciertos altos cargos eclesiásticos (patriarcas, obispos) que apoyaban la iconoclasia, contra otros obispos, el bajo clero, los laicos y los monjes, que defendían los iconos.

Juan el Gramático sostiene una pintura de Cristo sobre una sopera.

Figura 3. Salterio de Khludov (detalle), siglo IX. La imagen representa al teólogo iconoclasta Juan el Gramático y a un obispo iconoclasta destruyendo una imagen de Cristo. (Museo Histórico Estatal, Moscú)

La base teológica original de la iconoclasia era bastante débil. Los argumentos se basaban principalmente en la prohibición del Antiguo Testamento (citada anteriormente). Pero estaba claro que esta prohibición no era absoluta, ya que Dios también instruye cómo hacer representaciones tridimensionales de los Querubines (espíritus celestiales o ángeles) para el Arca de la Alianza, que también se cita en el Antiguo Testamento, sólo un par de capítulos después del pasaje que prohíbe las imágenes (Éxodo 25:18-20).

El emperador Constantino V dio una justificación teológica más matizada para la iconoclasia. Afirmó que cada representación visual de Cristo termina necesariamente en una herejía, ya que Cristo, según los dogmas cristianos generalmente aceptados, es simultáneamente Dios y hombre, unidos sin separación, y cualquier representación visual de Cristo separa estas naturalezas, representando sólo la humanidad de Cristo, o las confunde.

María y Cristo están sentados en un trono sin respaldo, que está rematado con dos almohadas. Tanto María como Cristo tienen halos, aunque el de Cristo es blanco y dorado, mientras que el de María es sólo dorado.'s halo is white and gold, while Mary's is just gold.

Figura 4. Virgen con Cristo, siglo IX, mosaico, Santa Sofía (Estambul). Este mosaico sigue la crisis iconoclasta y revive elementos estilísticos del arte cristiano primitivo.

El contraargumento iconófilo (pro-icono) fue articulado de forma más convincente por San Juan de Damasco y San Teodoro el Estudiante. Afirmaron que los argumentos iconoclastas eran simplemente confusos. Las imágenes de Cristo no representan naturalezas, ya sean divinas o humanas, sino una persona concreta: Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Afirmaban que en Cristo se revela el significado de la prohibición del Antiguo Testamento: Dios prohibía cualquier representación de Dios (o cualquier cosa que pudiera ser adorada como un dios) porque era imposible representar al Dios invisible. Por tanto, cualquier representación de este tipo sería un ídolo, esencialmente una representación falsa o un dios falso. Pero en la persona de Cristo, Dios se hizo visible, como un ser humano concreto, por lo que pintar a Cristo es necesario como prueba de que Dios se hizo verdaderamente, no aparentemente, hombre. El hecho de que se pueda representar a Cristo es un testimonio de la encarnación de Dios.

La primera fase de la iconoclasia terminó en el año 787, cuando se reunió en Nicea el Séptimo Concilio Ecuménico (universal) de obispos. Este concilio afirmó el punto de vista de los iconófilos, ordenando a todos los cristianos rectos (ortodoxos) que respetaran los santos iconos, prohibiendo al mismo tiempo su adoración como idolatría. El emperador León V inició un segundo periodo de iconoclasia en 814, pero en 843, la emperatriz Teodora proclamó la restauración de los iconos y afirmó las decisiones del séptimo concilio ecuménico. Este acontecimiento se sigue celebrando en la Iglesia Ortodoxa como la Fiesta de la Ortodoxia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *